El simbolismo en el teatro. Maurice Maeterlinck.

16.07.2019

Los ciegos, de Maurice Maeterlinck. Un repaso por los procedimientos del simbolismo. 


I

A finales del siglo XIX, el movimiento simbolista produce una nueva teoría del símbolo. Es en parte, un lugar inédito para el teatro. Vinculado al esteticismo, promueve la exaltación de la belleza en el arte. Un concepto de autonomía en la producción artística, por encima de toda moral o temática social. Su posición es contraria al teatro de servicio, de ancilaridad. El simbolismo no está al servicio de nadie, su intención es la del arte por el arte. Propósito que genera una nueva instrumentalidad, una nueva forma, una nueva estética.

Los símbolos ya no son un resumen o síntesis de una tesis, sino la enunciación metafísica del universo. Para los simbolistas, la realidad no tiene alma, es justamente a través del poeta que enuncia los símbolos donde puede encarnarse el alma de la realidad. Existe una inversión del relato bíblico, primero el mundo y luego el verbo.

El simbolismo promueve la conexión del artista con un espacio sagrado. Su intención es la de construir un espíritu de la realidad. Su revolución es colocar la esencia de las cosas en el arte. El arte entendido como el espacio donde puedo tomar contacto con la esencia que no puedo percibir en la realidad: "el alma del mundo".

El movimiento simbolista hace del símbolo un elemento misterioso, opaco, sin explicitarlo. La base del simbolismo es intransitiva. La referencialidad del símbolo la construye el lector/espectador con su hipótesis.

Cuando el arte sólo sirve para el arte, comienza a prestarle a la humanidad un nuevo servicio. Para el simbolismo, la concepción de autonomía es estética e ideológica, es el único espacio donde es posible vincularse con lo esencial. Un reencantamiento de la realidad, y del espacio teatral. Una percepción de lo metafísico de la experiencia, voy al teatro para conectarme con algo que sólo puede darme el teatro.

II

Los ciegos es una obra teatral de Maurice Maeterlinck (1862-1949), estrenada en 1891.

Los ciegos, argumento: 12 ciegos, 6 ciegos y 6 ciegas -una ciega loca-, se preguntan y esperan por un sacerdote que los llevó hasta el lugar donde se encuentran en ese presente escénico. Una de las ciegas lleva un bebé en sus brazos. No se dan cuenta (nosotros como lectores sí), que el sacerdote está ahí en escena, muerto. Se acerca un perro, huele al sacerdote, parece que algo va a suceder pero finalmente se va. La soledad se adueña nuevamente del espacio y tiempo presente de la escena (vino alguien pero se fue). Los ciegos descubren que el sacerdote ha muerto. El bebé que está en escena empieza a llorar. El bebé mira hacia un lugar que los ciegos no pueden ver y nosotros lectores/espectadores tampoco. El bebé mira y no puede hablar. Observa lo sagrado, el misterio. Llora horrorizado pero no puede dejar de mirar.

Existe en la obra de Maeterlinck un símbolo que refiere al misterio, a la presencia de lo mayestático, una presencia que es insoportable de ver para el humano, pero inevitable en su poder de atracción.

El texto parece aludir también a la última cena: 12 ciegos, 12 apóstoles, sacerdote muerto, Jesús muerto, Dios muerto (estamos solos). La obra avanza en su relato mediante un procedimiento metonímico (la parte por el todo), una ilusión de contigüidad entre objeto y persona: metonímicamente construimos una presencia con lo que pueden ver los ciegos, vemos árboles, vemos mar, una isla, un hospicio.

Maeterlinck, con Los ciegos y sus obras simbolistas, plantea una teoría del silencio: un silencio pasivo (nada), y un silencio activo (silencio de una presencia). Maeterlinck elabora una dificultad, una pérdida de capacidad en la observación de lo sagrado. ¿Qué es lo que ven los ciegos, qué es lo que ve el bebé?

La obra produce una manifestación de lo sagrado, una hierofanía. Un contexto profano tomado por una hierofanía, por una aparición sagrada. Los personajes no se muestran jerarquizados, se presentan como un conjunto, una figura armónica, en vínculo con el mar, las estrellas, en un reencuentro con las fuerzas de la naturaleza. Se observa un simbolismo lingüístico, las palabras no alcanzan para decir aquello que se cierra al lenguaje (lo sagrado en el orden del silencio). Se observa además un procedimiento de sinestesia, es decir, diferentes sensaciones en un mismo acto perceptivo (perfumes, colores, texturas).

En Los ciegos, el autor presenta un nuevo concepto de tragedia. Una tragedia que no se compone por un protagonista y un antagonista, no necesita de ambos. La tragedia aquí es el tiempo, la muerte.

En relación con la representación, y acorde a la dimensión lingüística del simbolismo, Meyerhold destacó lo siguiente: "La tragedia no se revela en el desarrollo máximo de la acción dramática sino, por el contrario, en la forma más tranquila, estática, inmóvil, y en la palabra pronunciada en voz baja." "La técnica del teatro inmóvil prefiere gestos contenidos y movimientos limitados; teme los movimientos superfluos porque distraen al espectador de los complejos sentimientos interiores que pueden captarse únicamente en un rumor, en una pausa, en el temblor de una voz, en una lágrima que vela los ojos del actor". "Quietud aparente que oculta una emoción volcánica".

III

En términos de estructura, ¿qué elementos debería utilizar si quiero escribir una obra simbolista? Aquí algunos de los procedimientos más relevantes:

. Recursos de símbolos que evidencien la metafísica del universo. No serán símbolos que resuman o hagan síntesis, sino más bien abrirán un campo hacia el misterio, hacia lo sagrado.

. Presencia o espera de la presencia de un personaje sublime. Personaje que se manifestará por medio del símbolo.

. Símbolo que encarne el alma de la realidad, la esencia de las cosas.

. Obra autónoma, al servicio del arte por el arte.

. Obra de misterio ante lo mayestático, lo sagrado, lo sublime.

. Obra compuesta por un silencio pasivo (la nada) y un silencio activo (una presencia).

. Composición mediante procedimientos metonímicos (la parte por el todo).

. Presencia de una hierofanía (lo sagrado).

. Personajes no jerarquizados, composición de un conjunto, una figura armónica.

. Sinestesia (diferentes sensaciones en un mismo acto perceptivo).

. Un teatro estático (gestos contenidos, quietud aparente que oculta una emoción volcánica).

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*Revisión hecha sobre la base de estudios realizados en la cátedra Historia de las poéticas y dramaturgias del teatro I, a cargo de Jorge Dubatti, dentro de la Diplomatura en Dramaturgia de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires.